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Arthur Blair: la historia es una mentira


La obra de Eric Arthur Blair, mejor conocido con el seudónimo de George Orwell, no pasa desapercibida mas que para quien desapercibe la obviedad de la entramada telaraña, con sus mil y un puntos invisibles, conectados todos entre sí en una visibilidad paradójica.


El último hombre de Europa; éste fue el título original de la obra que después pasaría a la historia bajo el simple número de 1984. Con las siguientes palabras resumo el impacto que este libro tuvo en mí al leerlo. Smith Winston, personaje principal de la historia, tiene por fin, en sus manos, la añorada y prohibida Teoría y práctica del colectivismo oligárquico, de Emmanuel Goldstein:


<El libro le fascinaba o, más exactamente, lo tranquilizaba. En cierto sentido, no le enseñaba nada nuevo, pero esto era una parte de su encanto. Decía lo que el propio Winston podía haber dicho, si le hubiera sido posible ordenar sus propios pensamientos y darles una clara expresión.> (1984, George Orwell. Editores Mexicanos Unidos, 2017, p. 111).



La obra no dice nada nuevo. Nada. Toma la primera de sus hojas, léela y lo verás por ti mismo. Nada nuevo. Sin embargo, lo que dice lo dice de una forma tal que te dice lo que ya sabes, y eso es parte de su encanto. El discurso es el siguiente.


La sociedad tiene tres estratos bien diferenciados y un sólo Partido Político: 1) los miembros "internos" del Partido, 2) los miembros "externos" del Partido y 3) la gente pobre, desmotivada, adoctrinada, pervertida y entretenida para mengüar con ello la posibilidad de rebelión. Una estructura simple, triangular, impar. Estamos hablando de 1949, fecha de su publicación.


El slogan fundamental del Partido es:



LA GUERRA ES PAZ

LA LIBERTAD ES ESCLAVITUD

LA IGNORANCIA ES FUERZA


La sociedad vive vigilada y controlada por el Gran Hermano, "alguien" o "algo", del cual el Partido es su manifestación, su somatización. El Gran Hermano es el Gran Vigilante: todo lo ve, todo lo oye, todo lo sabe. La Policía más temible es la Policía del Pensamiento: nada escapa al Gran Hermano.


Su táctica favorita es la contradicción. El Partido tiene 4 Ministerios: el del Amor, cuya función es sembrar el horror y el odio en la sociedad; el de la Paz, cuya función es hacer que las guerras sean permanentes; el de la Abundancia, cuya función es la de empobrecer al pobre y enriquecer al rico; y el de la Verdad, cuya función es modificar y mutilar toda obra escrita, con la finalidad de falsificar todo en beneficio del Gran Hermano.


Comencemos, como el cangrejo, yendo hacia atrás.



MINISTERIO DE LA VERDAD


<Si el Partido podía alargar la mano hacia el pasado y decir que este o aquel acontecimiento nunca había ocurrido, esto resultaba mucho más horrible que la tortura y la muerte.

(...)

... si todos los demás aceptaban la mentira que impuso el Partido, si todos los testimonios decían lo mismo, entonces la mentira pasaba a la Historia y se convertía en verdad.


El que controla el pasado

-decía el slogan del Partido-,

controla también el futuro.

El que controla el presente,

controla el pasado.> (Ibid., p. 33).


1492. España llega al Caribe, y con ello, llega también La Iglesia Católica a Anáhuac (llamada después América). Y con ello llega también la destrucción (desaparición) de cientos de "textos impíos, impuros, diabólicos" y una sarta de adjetivos que está de más repetir. Se destruyen templos, se destruyen códices, se destruyen escuelas, se destruyen chozas, se asesinan a los sacerdotes (nos trajeron "la religión verdadera". La suya "sí" era "la verdadera"), se destruyen estelas. Se destruye La Historia de cientos de pueblos, y se reinventa y se reescribe, maravillosamente, en una lengua completamente ajena: el español. Déjenme explicarlo otra vez, no vaya a ser que viendo no vean y oyendo no oigan.


A la llegada de los españoles, Anáhuac era todo, menos lo que se nos dijo <en español>. Es como si yo, hipotéticamente, buscara el libro titulado La Vida Serena de Ilhuicamina, y este libro estuviese escrito ÚNICAMENTE en náhuatl, en la variante tlaxcalteca. De pronto, el libro desaparece (lo hacen desaparecer). La única mención que hay de él es en una lengua extranjera, la cual atestigua, declara y asume que Ilhuicamina fue un campesino rural que le gustaba echar pulque los viernes, invirtiendo el tiempo los sábados en danzas y cantos. De pronto Ilhuicamina era pulquero. Aquellos quienes hacen desaparecer La Vida Serena de Ilhuicamina, escrita ÚNICAMENTE en <náhutal>, escriben ahora voluminosas obras <en español> afirmándonos el contenido de una obra que jamás podremos consultar, porque no se nos permitió hacerlo: nos lo prohibieron, nos lo negaron a las futuras generaciones. En el mejor de los casos, el inquisidor conoció la obra, y ocultando el original, nos obsequia, caritativamente, la traducción hecha POR ÉL. ¡Qué benevolente! Para hacer más creíble la historia, presenta una edición sin precedentes para todo el estudioso de textos viejos y empolvados: edita una obra bilingüe, teniendo en la página izquierda "el original en náhuatl" y en la página derecha "la traducción directa al español". Claramente, "el original en náhuatl" presente en la página de la izquierda es todo, menos el original. ORIGINAL quiere decir, llana y escuetamente, el texto escrito en papel amate. Lo que tenemos ahí, realmente, es el texto TRANSCRITO por un escriba que copió el <ORIGINAL> y lo transcribió. Y después nos regala la traducción al español, <para que sepamos de qué habla ese viejo libro llamado La Vida Serena de Ilhuicamina>. De repente, surge un inquieto joven quien, dudando de la veracidad de esos frailes buena onda, decide indagar en el pasado: no le interesa la edición bilingüe. Está únicamente interesado en la obra NO ESCRITA NI TRANSCRITA por español alguno: el VERDADERO ORIGINAL, escrito en papel amate, de la mano quizás de algún artista tlaxcalteco, quizás de algún tlatoani, quizás de la mano de la hija del emperador de Tlaxcala. Éste es el VERDADERO ORIGINAL. Lo busca. En su afán de encontrarlo, aprende náhuatl, y no sólo la variante tlaxcalteca, sino la istmeña, la huasteca y la guerrerense. Dedica horas a su búsqueda: bibliotecas, colecciones particulares (olvídemonos, obviamente, de la colección de textos antiguos que el Vaticano guarda CELOSAMENTE). Nada. El texto, simplemente, no existe. Ha dejado de existir. Se esfumó. La pista más antigua data de mediados del siglo XVII, en una obra escrita EN ESPAÑOL, por un fraile que nos dice que "La Vida Serena de Ilhuicamina trata sobre un indio pulquero que hacía oblaciones al sol danzado semi desnudo, por efecto de la embriaguez, delirando e invocando a sus Dioses terrestres...> Y así de fácil (¡facilísimo!) es destruir La Historia de un pueblo, reinventarla, modificarla, falsearla, escribirla y darla a conocer como <fidedigna>. Es muy fácil.

Fue muy fácil.



De pronto, de la nada, así como así, sin preámbulos, sin tener de donde asirnos, la historia escrita EN ESPAÑOL nos dice que provenimos de un pueblo torpe, estúpido, idiota e idólatra que, sabiendo construir observatorios astronómicos y medir el cielo de una manera que ni el más avispado europeo lo había hecho, entrado ya el siglo XV; teniendo mejores sistemas de drenaje que España, Inglaterra y Francia, en el siglo en que los españoles llegaron; teniendo construcciones que DESAFÍAN a la mejor y más avanzada tecnología, en materia de construcción, en pleno año 2018; teniendo el calendario más exacto, llamado xihuitl (el cambio del calendario juliano al gregoriano, en 1582, decretado por el Papa Gregorio XIII, se dio DESPUÉS de conocer que los "indios idiotas e idólatras de Anáhuac" tenían un calendario muchísimo más exacto del que el europeo conocía)... Aún con todo esto, se nos dijo EN ESPAÑOL que los mayas, aztecas, purépechas, tlaxcaltecas, toltecas, totonacas, tarahumaras, tzotziles, olmecas, teotihuacanos, mazatecos, mixes, huicholes y coras, y demás, fueron unos pueblos tontos, incultos, ignorantes, "blasfemos", que hacían sacrificios, ¡que no conocían <la ciencia>!, que no TENÍAN ESCRITURA NI ALFABETO (¡y aún hay quien sigue creyendo esto! ¡Ay, Dios mío!), que, en fin, eran unas bestias que <necesitaban recibir, en el nombre de Dios, la buena nueva y la educación de occidente.>


<Si el Partido podía alargar la mano hacia el pasado

y decir que este o aquel acontecimiento nunca había ocurrido,

esto resultaba mucho más horrible que la tortura y la muerte>


Así inició el ocaso de grandes civilizaciones.



MINISTERIO DE LA ABUNDANCIA


<No aspires a ser rico: contribuirás a que haya más pobres.> Esta frase, atribuida a Pitágoras de Samos, dice más de que lo que aparentemente expresa.


Este Ministerio tiene la función de acrecentar la riqueza del Partido, haciendo mella en el bienestar de la gente pobre. Ésta es, además de pobre, desmotivada, ignorante de lo que acontece y adoctrinada por los eslogans del Gran Hermano. El espionaje es connatural en los ciudadanos: las delaciones son el pan de todos los días. El Partido tiene a su disposición una de las policías más temibles: la del Pensamiento. Esta policía conoce lo que piensas: la amistad se ve menguada al no saber si tu pareja trabaja ya para el Partido o si piensa delatarte para ser grato ante él.


Si hubiese una Ley que describiera los lineamientos que los Estados siguen, sería ésta: la apariencia. Y el que mejor aparente es, a su vez, el que va marcando la huellas en el camino para los parvulitos ávidos de apariencias. El conocimiento es poder, y hoy como siempre, esta sentencia hace eco por doquier. La estadística es un elemento clave en esta era de la big data, por la masiva cantidad de información que se posee, y quien posea la información, la tecnología y los métodos de procesamiento de dicha información, está a años luz del mortal ser humano que usa su móvil y su ordenador para escribir cartas de amor y escuchar música. Saber es poder.


La manipulación que hace el Ministerio de la Verdad no atañe únicamente a los eventos históricos, sino a los contemporáneos, incursionando en la información referente a la economía de los Estados. La proyección masiva de datos en forma de gráficas y tablas estadísticas, por parte de organismos "autorizados por el Gran Hermano", mantienen un estado de somnolencia, apariencia y engaño en la sociedad que sólo apuntala a la inmediatez, ya que lo mediato es ahora sinónimo de obsoleto: ya la gente dice no tener tiempo para nada.


La frase anteriormente citada, atribuida a Pitágoras, no nos dice "sé pobre" ni "quédate como estás". Lamentablemente para todos los marxistas y engelianos, los padres del comunismo (y no hablo de ese comunismo castrante, asfixiante, corto en fundamentos y en aspiraciones, como lo es también el capitalismo) no fueron alemanes sino, tentativamente, samotracios. Y digo tentativamente, porque si se buscan los textos de los antiguos filósofos indos, se conocerán una de las fuentes más ricas de filosofía griega de donde, tanto Pitágoras como Platón, bebieron a raudales. Pitágoras nos habla de un justo medio en la distribución de los bienes materiales: si al poseer 3 piezas de pan estoy quitándole una a alguien, entonces ese acto sólo contribuye a la desigualdad. <El justo medio>, decía Pitágoras. Nos habla de equidad.




Pitágoras desarrolla el primer centro comunal (una comunidad) en Crotona, Italia, llamado Escuela Pitagórica o Instituto Pitagórico. Las bases de admisión eran, relativamente, sencillas: 1) el recipiendario renunciaba a su posesión material y la ponía al servicio de la comunidad pitagórica, por lo que el requisito material era la renuncia de la propiedad privada y la promulgación de la propiedad colectiva o comunal; 2) permanecería durante 1 o 2 años en completo silencio, dentro de la comunidad, sin oportunidad de hablar hasta que, conociendo el valor del silencio, pesara el valor que la palabra tiene; y 3) realizaría todos los ejercicios físicos (gimnasia) que se le indicaran, pues para el pitagórico tanto cuerpo como intelecto debían de armonizar.


Vuelvo a repetir: esta frase es del siglo VI a.C., no del Manifiesto Comunista de 1848. Leer a los antiguos nos permite entender que nada hay nuevo bajo el sol, salvo lo que hemos olvidado. Volvamos nuestros ojos al pasado y ahí encontraremos la forma de vencer este presente con sus supuestas invenciones, con sus supuestos descubrimientos, con todos sus "supuestos".



MINISTERIO DEL AMOR


Sobre el puritanismo sexual, Julia, la amante de Winston Smith, nos dice:


<"Con el amor gastas energía y después te sientes feliz y no te importa nada. No pueden soportarlo que te sientas así. Quieren que estés a punto de estallar de energía todo el tiempo. Todas esas marchas arriba y abajo vitoreando y agitando banderas no es más que sexo agriado. Si eres feliz dentro de ti mismo, ¿por qué te ibas a excitar por el Gran Hermano y el Plan Trienal y los Dos Minutos de Odio y todo el resto de su porquería?"

Esto era cierto. Pensó él. Había una conexión directa entre la castidad y la ortodoxia política. El instinto sexual era peligroso para el Partido y éste lo había utilizado en provecho propio. Habían hecho algo parecido con el instinto familiar. La familia no podía ser abolida: es más, se animaba a la gente a que amase a sus hijos casi al estilo antiguo. Pero, por otra parte, los hijos eran enfrentados sistemáticamente contra sus padres y se les enseñaba a espiarlos y a denunciar sus desviaciones.> (Ibid., p. 86).



<Ya estamos suprimiendo los hábitos mentales que han sobrevivido de antes de la Revolución. Hemos cortado los vínculos que unían al hijo con el padre, un hombre con otro y al hombre con la mujer. Nadie se fía ya de su esposa, de su hijo ni de un amigo. Pero en el futuro ya no habrá esposas ni amigos. Los niños se les quitarán a las madres al nacer, como se les quitan los huevos a las gallinas cuando los pones. El instinto sexual será arrancado donde persista. La procreación consistirá en una formalidad anual como la renovación de la cartilla de racionamiento. Suprimiremos el orgasmo. Nuestros neurólogos trabajan en ello. No habrá lealtad; no existirá mas fidelidad que la que se debe al Partido, ni más amor que el amor al Gran Hermano. No habrá risa, excepto la risa triunfal cuando se derrota a un enemigo. No habrá arte, ni literatura, ni ciencia. No habrá ya distinción entre la belleza y la fealdad. Todos los placeres serán destruidos. Pero siempre, no lo olvides, Winston, siempre habrá el afán de poder, la sed de dominio, que aumentará constantemente y se hará cada vez más sutil. Siempre existirá la emoción de la victoria, la sensación se pisotear a un enemigo indefenso. Si quieres hacer una idea de cómo será el futuro, figúrate una bota aplastando un rostro humano... incesantemente.> (Ibid., p. 174).


El juego es dual. Por un lado se reprime la sexualidad, y como muestra de ella está la moral religiosa que impregna el aire que respiramos a diario, donde el acto sexual es visto como un mero requisito natural para la perpetuación de la especie, siempre y cuando sea grato a Dios, ese Dios tan desfigurado y tan puritano. Por otro lado, existe toda una industria sexual bien desarrollada y estructurada.


El amor como algo "actualizable", "renovable", como un "servicio": una mercancía. El Barrio Rojo de Amsterdam es claro ejemplo de ello. Y no hablo de eso como si fuera el único: ahí tenemos La 5ta Avenida, en la Habana, Cuba; las zonas rojas de Singapur; La Merced, en la Ciudad de México; y los diversos clubes, en Rusia, por citar sólo algunos.


Vivimos en la era de Tinder, Badoo, Match. Vivimos en la era del catálogo.



Vivimos en la era de "lo desechable". El amor como mercancía, como lo es el azúcar y la leche, como lo son un 1 kilo de frijoles y 3 chuletas de cerdo. Pero en realidad lo que se trafica no es amor, sino cuerpos. Hay una saciedad no satisfecha de sexo que, tan apetecible se nos ofrece, es imposible no ceder ante ella. Y no hablo del puritanismo que tanto aqueja a las sociedades, sean éstas caucásica, africana austral o americana. Hablo de un desenfreno absurdo en la satisfacción de lo deseable: el intelecto al servicio del cuerpo.


El cine, la literatura contemporánea, la música, "el arte", en resumidas palabras, lleva como premisa y mandato el contenido erótico como pieza clave del atractivo inmediato. Y en medio de estas marcadas tendencias de la explotación de lo contiguo y de la satisfacción de lo inmediato, por el adquirido poder adquisitivo y por el deseo inmediato de dicha satisfacción, se antepone, como ruinas de Jericó, el moralismo paupérrimo del sentimiento religioso mercantilista y demagógico. Entre estas dos paredes el hombre se disputa vehementemente una lucha que le ha llevado a un castramiento religioso o a un desenfreno antinatural.


<Todos los extremos son peligrosos>, sentencian los antiguos.



MINISTERIO DE LA PAZ


La Paz, en estos tiempos de violencia televisada y normalizada, es algo así como el frijol en el arroz, la oveja negra del cuento, el patito feo de la historia. Hablar de Paz es algo retrógado en estos tiempos donde basta encender el televisor, ajustar la antena, "goglear" en internet para poder observar, en la comodidad de tu casa, con café y pan en la mano, misiles cayendo al otro lado del mundo, ese otro mundo hostil que poco nos importa: es tan común hablar de muerte, guerra, sangre y destrucción. Surgen organizaciones como las autodenominadas Organización de las Naciones Unidas, la Comisión Internacional de los Derechos Humanos, Amnistía y demás jueguitos burocráticos que sólo sirven para tapar al sol con un dedo. Mientras mujeres y hombres de todas las edades mueren diariamente por inanición en África, en México, en Centro América, en Sur América, en Asia; mientras el establishment racista reprime y asesina todo aquello que tenga descendencia "nativa" (morena y negra, para los que aun necesitan que se les explique todo con peras y manzanas); mientras Canadá, con su ministro super nice, que hace Yoga, que anda en bicicleta, y que a escondidas continúa aprobando la desaparición de nativos de Canadá, y a quien, por cierto, poco le importa la vida de los tarahumaras del norte de México: lo importante es la explotación de los recursos minerales que estas tierras le brinda al país de la hoja de maple (con auspicio de los abyectos y serviles esquiroles que México tiene por "funcionarios públicos"); mientras el gobierno y la milicia israelíes asesinan libremente a palestinos, sin que un sólo pueblo, excepto el palestino, rechiste ante ello; mientras todo esto pasa, las Organizaciones de la Paz se sientan a discutir si el derecho internacional aprueba o no el envío de un par de pipas de agua al África Oriental; si se aprueba o no el presupuesto para enviar mil computadoras a la zona marginada de Brasil, <para que la gente en taparrabos esté online, conectada. La tecnología al alcance de todos>; si se aprueba o no la ayuda humanitaria a las regiones del Congo. Como si la Paz fuese objeto de discusión.



<Lo horrible de los Dos Minutos de Odio no era el que cada uno tuviera que desempeñar allí un papel sino, al contrario, que era absolutamente imposible evitar la participación porque era uno arrastrado irremisiblemente. A los treinta segundos no hacía falta fingir. Un éxtasis de miedo y venganza, un deseo de matar, de torturar, de aplastar rostros con un martillo, parecían recorrer a todos los presentes como una corriente eléctrica convirtiéndole a uno, incluso contra su voluntad, en un loco gesticulador y vociferante.> (Ibid., 24-25).


Tiempos de muerte. La humanidad está ávida de dolor. No importa si Israel asesina a niños (y además se televisa mundialmente): lo importante es legitimar y normalizar el horror, y por ello se mediatiza. Volverlo natural, connatural: un elemento más en la Naturaleza, pues ¿qué acaso el león no devora vorazmente al cervatillo? ¿La serpiente no caza al roedor estrangulándolo lentamente, para después engullirlo aún vivo? Si los animales lo hacen y es natural, y si el ser humano es un animal, ¿acaso no se sustenta, naturalmente, las guerras entre pueblos?

Se vive en una constante incredulidad hacia un real bienestar, producto de lo que se mediatiza. La Paz como un medio y como un fin, es utópico (nos lo hacen creer) en el ser humano propenso a la destrucción por su propia naturaleza. Intentar sanar un lago contaminado requiere de todo un proceso aparente de legalidad, y cuando los individuos reivindican su legítimo derecho al cuidado de la naturaleza y desobedecen las leyes impuestas por el Gran Hermano que les priva de la oportunidad de ayudar a aquello que les rodea, sólo en ese momento el Gran Hermano hace aparecer la dicotomía entre hombre y naturaleza: el lago es algo independiente del hombre y éste no debe tener injerencia en él; mas para el uso de la violencia sí se legitima la coonaturalidad del hombre y la naturaleza: el Gran Hermano, como animal predador, caza a su presa, el ciudadano, siguiendo la Ley Natural del más fuerte y del más débil.


Un juego de significados.


<Daría todo lo que sé, por la mitad de lo que ignoro>

René Descartes









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